Una proporción de personas que padecen una enfermedad inflamatoria intestinal – ya sea
enfermedad de Crohn, colitis indeterminada o colitis ulcerosa – van a tener una severidad lo
suficientemente importante como para requerir de tratamientos con medicaciones
llamadas biológicos.
¿Por qué llevan este nombre? Los biológicos son anticuerpos monoclonales, que están
diseñados a través de técnicas de biología molecular (y basándose en el trabajo de un
científico argentino – César Milstein – que recibió por ello un premio Nobel en medicina) y
que tienen como fin bloquear el efecto de alguno de los elementos de la cascada de
inflamación que se activa en forma exagerada en estas personas y que es responsable de
ese daño que produce el sistema inmunológico en la pared del tubo digestivo. En ese
sentido, entonces, son medicaciones inmunomoduladoras.
Los biológicos han producido un impacto notorio en la historia natural de las enfermedades
inflamatorias intestinales: desde su incorporación como alternativas terapéuticas, se ha
logrado disminuir el riesgo de cirugías o de internaciones por reagudizaciones severas en
personas con enfermedad de Crohn, por ejemplo. Asimismo, el tratamiento con biológicos
ha logrado, en una proporción considerable de personas con estos trastornos, mejorar
considerablemente la calidad de vida.
¿Toda persona con enfermedades inflamatorias intestinales necesita recibir tratamiento con
biológicos? No, solamente aquellos que presentan una enfermedad que sea refractaria y/o
dependiente de corticoides para mantener la inflamación bajo control, o que tengan
actividad moderada a severa, o bien aquellos que, aún teniendo manifestaciones leves de
estas enfermedades, presentan una condición autoinmune asociada (por ejemplo, artritis
reumatoidea) que sí amerite tratamiento con este tipo de medicaciones.
¿Son tratamientos seguros? Desde su introducción hace más de dos décadas como
alternativas de tratamiento para las enfermedades inflamatorias intestinales, hemos
observado que el riesgo de efectos secundarios severos son relativamente bajos. Sin
embargo, como toda medicación, no están exentos de reacciones adversas. Como
disminuyen el impacto y/o efectividad de algunos elementos del sistema inmunológico, el
principal riesgo de su utilización es la posibilidad de adquirir infecciones: en particular,
algunas infecciones crónicas como la tuberculosis, hepatitis virales o el herpes zoster. Es por
ello que, antes de comenzar con este tipo de tratamientos, es conveniente realizar un
chequeo para descartar la presencia latente (es decir, asintomática) de este tipo de
infecciones crónicas y, eventualmente, tomar medidas para prevenirlas, como la vacunación
para la hepatitis b o la vacunación para el herpes zoster. Más alla de esto, cuando están bien
indicados, los beneficios que proveen superan de manera amplia a los potenciales riesgos
que puedan tener.
¿Se administran por vía oral? Como los biológicos son anticuerpos – que no son otra cosa
que proteínas – su estructura molecular es lo suficientemente grande como para que no
puedan ser absorbidos por nuestro intestino si uno llegara a tomarlos por vía oral. Por este
motivo, los biológicos que hasta ahora se utilizan se administran por vía subcutánea y/o
endovenosa. Como tienen un efecto de duración en el organismo relativamente largo, la
frecuencia con la que se administran es variable, pero suele comprender intervalos que van
entre las dos semanas a las doce semanas.
Si querés saber más acerca de este tipo de tratamientos y si te beneficiarían, no dudes en
consultarnos!